Busqué mi valija, salí, mi madre me esperaba.
El remisero que nos trajo, pobrecito, manejaba muy lento y no sabía por dónde agarrar, así que llegar a casa tomó una eternidad.
Cuando llegué me pareció que las mesadas de la cocina nunca habían sido del color del que son.
Cierro el blog. Se terminó el viaje. Ahora, ya que nunca comentaron nada, espero sus llamados para reencontrarnos.